Director: Peter Jackson.Intérpretes: Melanie Lynskey, Kate Winslet, Sarah Peirse.
El neozelandés Peter Jackson abandona de momento el sanguinolento cine de terror gore para plasmar en la pantalla una historia real, acaecida en su país a mediados de los años cincuenta. Dos chicas adolescentes, Pauline Reiper (Melanie Lynskey) y Juliet Hulme (Kate Winslet), asesinaron a sangre fría a la madre de la primera. El director y Frances Walsh, su mujer, han escrito el guión a partir de los diarios de Pauline, con el deseo de mostrar qué les pudo conducir a cometer un crimen tan atroz.
Los responsables del film han tomado el punto de vista de las dos amigas al recrear el mundo quimérico en que viven. Impregna la película una atmósfera obsesiva y enfermiza, donde hechos de la adolescencia que la gente suele recordar con agrado, repelen por el modo en que se retuercen. Así sucede en las imaginativas aventuras fantásticas que inventan las chicas: sus personajes, a los que consideran como criaturas celestiales, sustituyen a Dios y a la religión, que han jugado un escaso papel en sus vidas. La amistad entre Pauline y Juliet, con su excesiva exclusividad, sugiere una relación lésbica -la verdadera Juliet ha negado tal extremo-; en cualquier caso, también tienen su sitio las fantasías sexuales de las muchachas. En cuanto a las familias de las chicas, están integradas por irresponsables que se hacen odiosos, en parte porque son retratados a través de las miradas de Pauline y Juliet.
Jackson sabe sacar adelante su historia. Mueve mucho y nerviosamente la cámara, y demuestra originalidad en el uso de la animación por ordenador, que reproduce las fantasías de las protagonistas: ambas cosas ayudan al film. A pesar de todo, queda la duda de si valía la pena desempolvar con tanto morbo las desagradables andanzas de estas criaturas tan poco celestiales.
José María Aresté