Tony Scott sigue fiel a su trayectoria como director de cine comercial de serie B (en los mejores casos: generalmente transita por posiciones más retrasadas del abecedario) en esta película de accidentado rodaje. Cuando el huracán Katrina devastó la ciudad de Nueva Orleans, se llevó por delante los decorados de esta producción del aparatoso Jerry Bruckheimer. Cuando la ciudad se recuperaba de los daños, la película pudo empezar de nuevo.
El realizador inglés de 62 años, que suele producir sus películas, no lo hace en esta ocasión, por lo que hay que interpretar que el poderoso Bruckheimer ha ido a buscarlo. El guión lo escriben el debutante Bill Marsilii y el experimentado y popular Terry Rossio, autor de las sagas «Piratas del Caribe» y «El Zorro».
Denzel Washington repite un papel muy similar al de «El fuego de la venganza». Y da un poco de pena ver -otra vez- a un actor de talento en este tipo de películas. Doug Carlin es un policía desencantado y solitario que viaja por el tiempo para evitar un atentado… y va y se enamora.
Esta sinopsis -al estilo más popular- es lo más caritativo que puede hacerse a favor de una película como esta. Todo lo demás, lo que hay entre pan y pan, es un engrudo insípido y ramplón que mezcla con poca gracia y menos amenidad la tecnología, la ciencia ficción, dos persecuciones, un todoterreno-camión de esos que provocan infartos entre los ecologistas, tres tiroteos, un psicópata y una chica vistosa observada por satélite. Todo rodado en plan «spot» publicitario, con un montaje y unos efectos de posproducción que ya están muy vistos, muy gastados.
Alberto Fijo