El británico Asif Kapadia tiene un talento especial para abordar a través del documental la vida de “celebrities”, poniendo el foco en sus habilidades automovilísticas (Senna, sobre el piloto de Fórmula 1 Ayrton Senna) o musicales (Amy, sobre la cantante pop Amy Whinehouse), pero abordando también sus aristas. Vuelve a hacerlo con el futbolista Diego Armando Maradona, nacido en la humilde barriada de Lanús, en Buenos Aires.
El film sigue su trayectoria con rara habilidad, con esquemas de ídolo caído y desdoblamiento de personalidad, tipo Dr. Jeckyll y Mr. Hyde. Y selecciona bien material de archivo y declaraciones ad hoc, poniendo el acento en lo personal, el entorno familiar, su vida sentimental, que incluye una paternidad tardíamente reconocida; las adicciones y los lazos con la Camorra. Todas estas cuestiones se miran sin afán morboso, y conviven equilibradamente con los logros deportivos en los Mundiales y en el Nápoles.
Se aborda además el fanatismo, la conversión del fútbol en una especie de seudorreligión, con constantes menciones a Maradona como dios o semidiós, lo que da pie a reacciones viscerales, sobre todo cuando su papel se convierte en decisivo para la eliminación de Italia del Mundial de 1990.
