La distancia de rescate es la distancia que una madre puede separarse de sus hijos. Amanda, una joven madre, que pasa sus vacaciones con su hija, se pasa el día calculando esa distancia para tratar de evitar el peligro.
La cineasta peruana Claudia Llosa adapta la –en principio inadaptable– novela homónima de la escritora argentina Samanta Schweblin. La novela es, en realidad, más bien un cuento –poco más de 70 páginas– y la adaptación se centra además en las primeras 20 páginas. El mérito de Llosa, que ha contado con la ayuda de Schweblin como coguionista, es que ha sabido trasladar a la pantalla grande la potente atmósfera del cuento, subrayando aún más la reflexión sobre la maternidad que encierra la obra.
La película navega entre el cine fantástico y el thriller de terror, dosificando bien el suspense que la recorre desde el primer fotograma. Un suspense complejo porque, como en el caso de la novela, una parte muy importante del filme está narrada por la voz en off de un personaje, al principio, desconocido. Además, la acción es mínima y el arco de los personajes, prácticamente inexistente.
Al final, el peso recae en la atmósfera misteriosa y sumamente dramática que se crea. Una atmósfera que encierra una visión –algo angustiosa, pero al mismo tiempo hipnótica– de lo que significa ser madre, y del lazo –mejor decir cadena– que supone la maternidad. Una cadena que, sí, en cierto modo esclaviza, pero que se convierte al mismo tiempo en motor vital, en una realidad capaz de colmar una existencia; en algo más real, valorado, querido y deseado que el propio yo, que la propia supervivencia.
De todo esto habla Distancia de rescate, y para hacerlo sin caer ni en el hermetismo ni en la cursilería hacía falta, además de un buen guion –que lo hay–, un buen reparto, que lo tiene también. La española María Valverde y la argentina Dolores Fonzi consiguen dar vida al texto con unas interpretaciones tan dramáticas como contenidas.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta
Un comentario