En 1990 apareció en el cielo una gigantesca nave espacial que se detuvo inmóvil sobre la ciudad de Johannesburgo, en lugar de pararse sobre Washington, como ordenan las películas.
La nave no hizo nada. Al cabo de algún tiempo, los terrícolas se decidieron a abordar la nave y descubrieron a casi un millón de aliens desvalidos, a punto de morir de inanición y con aspecto tan desagradable que fueron llamados “gambas”. Los humanos fueron caritativos, los acogieron, los alimentaron y los colocaron en el Distrito 9, donde eran controlados por la MNU (Multi-National United).
Veinte años después, nada ha cambiado. La población “gamba” crece, el Distrito 9 es un gueto subdesarrollado en medio de la ciudad, la paciencia de la población humana se agota y se toma la decisión de reubicarlos.
Distrito 9, producción de Peter Jackson, es un pseudo-documental, género en el que el director de El Señor de los Anillos ha realizado dos obras antológicas. La cinta impresiona por su carácter innovador en el campo de la ciencia ficción. Es una obra original y atípica, no sólo su historia, fábula moral que interpela a todo el mundo, sino también por su forma: pocas veces nos han presentado unos extraterrestres tan próximos y a la vez tan desagradablemente distintos.
Jackson mezcla las técnicas del reportaje con lo más sofisticado de la imagen digital (para los aliens), lo que es un alarde y una humorada al mismo tiempo. La película entretiene y hace pensar; su último tercio es una concesión convencional al género de acción, épica pura que algunos verán con agrado, otros considerarán banal.