Un canal televisivo idea un programa que arrasa entre la audiencia. Se trata de emitir, las 24 horas, la vida de un tipo anodino llamado Ed. Con su consentimiento. Lo que parece un modo genial de ganarse un sueldo se convierte en un infierno.
Lo que en El Show de Truman era ingenio y sutileza se transforma aquí en torpeza y falta de ideas. Apenas hay un personaje que ofrezca un punto de vista con el que identificarse. Falta perspectiva, compromiso. Ron Howard (Apolo 13, Rescate) quiere nadar entre dos aguas… y se ahoga. Ni conoce el arte de la sutileza, ni el de la crítica despiadada que la televisión basura merece. No sólo es el tono chabacano, o las pocas sorpresas de una historia previsible. El mayor error de Howard es no apostar por un héroe atractivo, que acabe redimido o destruido. En realidad, Ed cambia muy poco. Lo que al final ha aprendido cabe en la mitad de una octavilla. Menos da una piedra, pero…
José María Aresté
