Premio Especial del Jurado y al actor Daniel Hendler en Berlín 2004, esta película del argentino y judío Daniel Burman (Todas las azafatas van al cielo), de planteamiento netamente teatral, tiene por escenario una galería comercial de un barrio, el populoso Once de Buenos Aires. Allí se asientan muchos judíos de origen polaco. Ariel, un inmaduro de manual, que ayuda a su madre, propietaria de una tienda de lencería, quiere marcharse a Europa, y para ello tiene que justificar su origen polaco.
El tono coral, parecido al de El hijo de la novia, da lugar a situaciones divertidas y chispeantes. La realización cámara en mano es correcta y ágil, al servicio de un guión colorista y evocador donde todo el mundo es bueno, e impera la inquietud por la inestabilidad económica de un país en crisis. Desentona una ramplona banalización del sexo, que resta sutileza a una simpática comedia, que cuando quiere ponerse seria se vuelve un poco ridícula, y que no se libra de un aire episódico y de unos personajes poco desarrollados.
Sorprende el partido que saca Burman a la localización de la galería comercial. A esta habilidad hay que añadir un montaje muy dinámico que casa bien con una planificación que, haciendo insistente uso de la cámara al hombro, nunca transmite sensación de descuido o maltrato. El abrazo partido vuelve a demostrar, pasando por encima de sus defectos -la voz en off, por ejemplo-, que este tipo de cine argentino ligero y barato está a años luz, para mejor, de sus estancados y recurrentes primos españoles.
Alberto Fijo