Hinako es una joven a quien encanta el mar; de hecho, se ha matriculado en una universidad de una ciudad de la costa porque así puede surfear siempre que quiera. Minato es un joven bombero en la misma localidad; eligió esa profesión para ayudar a los demás. Un accidente favorece el encuentro, rápidamente se enamoran y viven un apasionado romance –algo empalagoso– hasta que se produce un incidente que da al traste con sus planes.
La historia de Reiko Yoshida es clásica, y la producción tiene (casi) todo el tiempo un tono realista, no muy diferente de su interesantísima A Silent Voice. Como en aquella, plantea el problema de madurar, de superar el miedo al fracaso, de sobreponerse a la pérdida. El desenlace es perfecto, aunque no sea un final feliz ni fácil. Como en su Okko. El hostal y sus fantasmas –y en una buena parte del anime que nos llega– hay un elemento fantástico o mágico, pero en este caso se parece más al fantástico occidental estilo El fantasma y la señora Muir, o Dos en el cielo que a historias elaboradas como El tiempo contigo.
La historia es más compleja de lo que parece: ahí están los equívocos, los flashbacks, las alusiones, y dos magníficos personajes secundarios –Yôko y Wasabi, la hermana y el amigo de Minato– que tienen mucho protagonismo, dan solidez a la historia y contribuyen a que el mensaje no sea un discurso sino una auténtica lección de vida.
El director Masaaki Yuasa, que empezó en televisión con la serie Shin Chan, ha conseguido su mejor película hasta el momento: una historia clásica, bien construida, con personajes entrañables, con colores expresivos y una canción recurrente y pegadiza.