Directora: Barbra Streisand. Guión: Richard LaGravenese. Intérpretes: Barbra Streisand, Jeff Bridges, Lauren Bacall, George Segal, Mimi Rogers, Pierce Brosman. 126 min.
Tras el éxito de Yentl y El príncipe de las mareas, para su tercera película como directora la actriz Barbra Streisand ha escogido una comedia romántica del prestigioso guionista Richard LaGravenese (El Rey Pescador, Los puentes de Madison, La Princesita), que adapta libremente la película Le miroir a deux faces, del francés André Cayatte (1958). En ella se indaga, desde un planteamiento muy clásico, en un tema recurrente en el cine de los últimos años: la mitificación del sexo y la belleza, y su influencia en las relaciones amorosas.
La película describe el singular romance entre dos solitarios profesores de Columbia. Gregory (Jeff Bridges) es un despistado y aburrido profesor de Matemáticas que, tras diversos desengaños, quiere establecer una relación amorosa que no esté dominada por el sexo, sino basada en la amistad y el enriquecimiento mutuo. Sus deseos se hacen realidad cuando conoce a Rose (Barbra Streisand) una carismática profesora de Literatura acomplejada por su físico poco agraciado. Ambos conectan muy rápido, y se casan civilmente con la peregrina condición de mantener su matrimonio dentro de los límites estrictos de la compenetración intelectual. Los problemas surgen cuando Rose se deje llevar por su creciente pasión romántica.
Salvo en algunos pasajes demasiado discursivos, el divertido enredo está muy bien planteado y desarrollado en el guión, de modo que a Barbra Streisand le resulta muy fácil convertirlo en imágenes. Su puesta en escena es visualmente vigorosa y está plenamente al servicio de los personajes, todos ellos encarnados con convicción por un magnífico elenco de actores. Además, Streisand, adecuándose al tono de comedia, dota a su realización de una gran agilidad narrativa, apoyándose muy bien en los numerosos gags visuales y verbales que contiene el guión. La sugestiva partitura de Marvin Hamlisch y la bella fotografía de Dante Spinotti y Andrzej Bartkowiak refuerzan el componente romántico de la historia.
Esta sólida resolución responde al esfuerzo de Streisand por lograr la fórmula mágica de la comedia clásica norteamericana y, en concreto, de la primera película emblemática del género, Sucedió una noche, de Frank Capra, a la que homenajea varias veces. También se nota positivamente esta influencia en el tratamiento de fondo. Y así, aunque de vez en cuando Streisand recurre a la sal gruesa, el tono general es divertido, amable y elegante. De este modo, resulta atractiva su inteligente llamada a una profundización en las relaciones amorosas que, respetando el valor del sexo, supere ciertas obsesiones con el placer físico. De todos modos, Streisand no tiene la nitidez moral de Capra. Y así, parece menospreciar entre líneas el carácter sacramental del matrimonio cristiano y no afronta la maternidad como uno de sus elementos esenciales. De modo que su enfoque del amor no deja de estar dominado por un cierto egoísmo. En fin, que Streisand plantea bien las preguntas, pero no acaba de resolverlas satisfactoriamente.
Jerónimo José Martín