Adrien es neurótico, hipocondríaco e inmaduro, aunque, también es un buen tipo. A sus 35 años tiene, por fin, una novia que le gusta y que es el amor de su vida, pero inesperadamente ella decide hacer una pausa en la relación. Después de una tortuosa espera de 38 días se arriesga a enviarle un mensaje. La ansiosa espera de respuesta le mantiene en vilo durante una interminable cena familiar.
Este fútil argumento sirve a Adrien Laurent para armar una comedia inteligente sobre las relaciones humanas, familiares y amorosas. El director tiene sobrada experiencia en el género, pues hasta la fecha todas sus películas son comedias (Un seductor a la francesa, Un hombre de altura, Les vacances du petit Nicolas, Astérix & Obélix: Al servicio de Su Majestad, El pequeño Nicolás y Las aventuras amorosas del joven Molière). A Laurent le gusta explorar el alma humana y hacer que nos riamos de nuestros defectos y de nuestras carencias relacionales.
El brindis está basada en la novela homónima del célebre dibujante de cómic francés Fabrice Caro. El chispeante guion se despliega a través del monólogo interior, del flujo de conciencia; mediante voces en off, flashbacks y proyecciones mentales se intenta imitar la forma en la que funciona nuestro cerebro, para meternos en la piel del protagonista.
Una original historia de amor contada desde una óptica diferente que, por el tono naif y el humor, algo extravagante, recuerda mucho a La delicadeza, ópera prima del escritor David Foenkinos, que interpretaba Audrey Tatou.
El elenco es otro de los aciertos. Destaca especialmente la interpretación de Benjamin Lavernhe, que lleva el peso de la película. En definitiva, otra buena comedia francesa con vocación popular.