El título de esta película hace referencia al autobús que una de las protagonistas, Fayza (Bushra), toma cada día en la capital de Egipto para acudir a su trabajo de funcionaria. En él, esta musulmana practicante sufre casi a diario el manoseo de algún hombre; lo que, unido a la tosquedad de su marido, la ha sumido en una desasosegante postración, que pone en peligro su matrimonio y su trabajo. Su vida cambia cuando asiste a una conferencia de Seba (Nelly Karim), una rica y liberal diseñadora, que sufrió el acoso de un grupo de aficionados al fútbol, y ahora enseña a otras mujeres a defenderse de esos actos.
Fayza se toma la justicia por su mano en el siguiente ataque que sufre, provocando una verdadera conmoción mediática y policial, que salpica también a Nelly (Nahed El Sebai), joven monologuista aficionada, a punto de casarse, que decide denunciar al acosador que un día la maltrató en la calle. Su denuncia sería la primera de este tipo en toda la historia de Egipto, lo que lleva a la chica a enfrentarse con su propia familia y la de su novio.
Basada en hechos reales, esta notable película supone el debut como director de Mohamed Diab, en su quinto trabajo como guionista. Quizás por un exceso de personajes, a ratos flaquea un poco la continuidad narrativa. De todas formas, Diab consigue su objetivo de implicar emocionalmente al espectador en los dramas de los personajes, planteados desde una perspectiva moral muy sólida. En efecto, la película denuncia con vigor el acoso sexual y encuentra sus causas en un machismo ancestral, en el desprecio a la dignidad de la mujer de ciertas corrientes islámicas y en la progresiva sexualización materialista de las sociedades contemporáneas, con la consiguiente tendencia a considerar a la mujer y al varón como simples objetos de placer, también en las relaciones conyugales. Diab se muestra especialmente valiente al criticar el mal entendido liberalismo de algunas mujeres, que alientan ese hedonismo con su provocativa falta de pudor.
Todo esto se expresa en el filme sin discursos cargantes ni moralinas sensibleras, con sobriedad y casi sin sordideces –alguna hay–, a través de una sólida puesta en escena hiperrealista. La progresión dramática principal se enriquece con una original trama policial, muy bien dosificada por Diab, y encarnada con autenticidad por Ahmed El Feshawy, que da vida a un entrañable detective de la policía cairota. Su esfuerzo completa los de Nelly Karim, Bushra y Nahed El Sebai, todas ellas muy convincentes en la piel de las sufridas protagonistas.