En 1947, Edmund Golguin (Amarga victoria, La solterona) adaptó la novela de William Lindsay Gresham El callejón de las almas perdidas. Protagonizada por Tyrone Power, la película –como la novela– se consideró pronto una obra de culto, un clásico del cine negro que coqueteaba además con el thriller psicológico y el género fantástico.
Ambientada en el mundo de aquel circo que explotaba los aspectos más oscuros del espectáculo (el que retrataba La parada de los monstruos o, más recientemente, El gran showman), la película contaba la historia de un joven buscavidas que pasa rápidamente de ser un simple empleado de circo a trabajar como mentalista.
No es extraño que haya sido Guillermo del Toro el autor de un remake de esta famosa película. La estética del cineasta mexicano y su gusto por lo barroco, extravagante y oscuro son muy apropiados para contar lo que no deja de ser un descenso a los infiernos de un personaje decidido a quemarlo todo en la hoguera de su propia ambición. Estamos ante una película bellísima en su fotografía, iluminación y planificación, y absolutamente negra y demoledora en su relato. Más aún que la original.
Del Toro es bastante fiel a la versión de Golguin y, sin embargo, su relectura queda muy lejos de ser una película redonda. En parte, puede ser un fallo de casting, porque Bradley Cooper no acaba de convencer en un papel tan oscuro y complejo. El marcado, aunque contenido, erotismo de algunos personajes femeninos tampoco ayuda a la historia. Pero, sobre todo, es un metraje alargado y un final modificado, mucho más violento y desesperanzado, lo que termina descompensando una película que acaba destacando solo por sus aspectos técnicos.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta
Un comentario
Muy de acuerdo en los comentarios finales. Personalmente no puedo «entrar» en el cine de Del Toro. De oscuro que es, al final, no se ve nada. Artificioso y nada humano. No me lo creo. Felicidades por la crítica.