En Aldeaseñor, un pequeño pueblo de la provincia de Soria, quedan catorce ancianos que esperan resignadamente a que el pueblo muera. Pello Azketa es un pintor que va perdiendo progresivamente la vista; ante sus ojos, los colores y los perfiles van desapareciendo. Como el pueblo.
Mercedes Álvarez (Aldeaseñor, 1964), formada en el master de documental de creación de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, construye un bello y extenso documental que ha merecido grandes elogios de Erice («El Sur»), que junto a Guerin («Innisfree») y Jordá («Monos como Becky»), ha sido invocado por la directora como referente inspirador. El hilo narrativo es mínimo y se apoya fundamentalmente en las conversaciones de los ancianos, que disertan -entre larguísimos silencios porque no hay ninguna prisa- sobre los pequeños sucesos cotidianos, alguna noticia de actualidad que llega a través de la radio o la televisión y los recuerdos de tiempos mejores.
Álvarez, que trabajó como montadora en el premiado documental «En construcción», utiliza una narración en primera persona que aporta fuerza, a pesar de la limitación que supone la monotonía de la voz en «off». La lentitud del tempo narrativo y el exceso de metraje pueden cansar al espectador poco iniciado en este tipo de cine. La fotografía es magistral, especialmente en aquellas escenas en que la cámara parece querer reflejar lo que el pintor plasmará en el lienzo.
Aunque falta un poco de trascendencia y sobra énfasis melancólico, este documental enseña muchas cosas porque rebosa humanidad. Eso sí, hay que verlo con paciencia, como se contempla un cuadro.
Ana Sánchez de la Nieta