Una pequeña gestoría fiscal en Chicago. Un contable, Chris Wolff. Obviamente tiene una personalidad que le hace especial. A la vez que retraído y poco comunicativo, Chris es implacable. Su relación con organizaciones criminales no termina de entenderse. Chris tiene un pasado, pero habrá que ver si hay futuro para un hombre con un presente como el suyo.
Contar más es estropear El contable, que es como la encimera de una cocina en la que se ponen alimentos que en principio no casan bien y se pide al cocinero que prepare una cena disfrutable y original.
O’Connor, neoyorquino de 52 años que este mismo año ha rodado un western purista e impactante titulado La venganza de Jane, usa el guion-receta de Bill Dubuque (El juez) para preparar una historia que se acerca mucho a los intereses del cine dirigido por el actor protagonista, Ben Affleck. Amena, interesante, adictiva, con apuntes cómicos logrados, dura y tierna, violenta y, sin embargo, sensible y a su manera conmovedora. En suma, una película atractiva que ha liderado la taquilla norteamericana en su estreno.
Es fácil ver los defectos de contabilidad de la película, que fuerza las cosas para que todo cuadre, pero prefiero quedarme con las virtudes. En primer lugar, los personajes están muy bien construidos. En lo que se refiere a la premisa, los conflictos y la trama, hay que reconocer que es enrevesada, pero sin esos líos no funcionarían los personajes y sus arcos. Y funcionan estupendamente. La historia se sigue con mucho interés y la información se dosifica con habilidad, gracias a una estructura sólida y a un tempo idóneo… El reparto es solvente (el mejor Affleck de los últimos años, inteligente Kendrick, siempre eficaz Simmons) y la cinta está bien rodada, con secuencias magníficas y una música inteligente, que en dos momentos es magistral.
Podríamos hablar de un thriller de diseño y vienen a la cabeza películas como El profesional y series como la excelente primera temporada de Daredevil. Las tres son buenos filetes con excesiva ensalada de tiros.