Las novelas de Nicholas Sparks, romántico a machamartillo, han sido adaptadas al cine en dos ocasiones anteriores. Mensaje en una botella, de Luis Mandoki, describe el hallazgo en el mar de una carta, que un viudo dirige a su mujer recién fallecida; y Un paseo para recordar, de Adam Shankman, se centra en el casto amor juvenil entre un joven algo gamberro y la hija de un pastor protestante, aquejada de una enfermedad. En los tres filmes domina el amor humano, entendido como fuerza poderosa capaz de superar los obstáculos que impiden su plena realización. Pero en El diario de Noa, dirigida por Nick Cassavetes (mejor director que los otros dos citados), se confunde el afecto del noviazgo con pasión y sentimientos intensos, que deben ser satisfechos en la cama.
La trama arranca en una residencia de ancianos, donde una mujer aquejada de alzheimer recibe la visita de un hombre que le lee el diario de Noa, donde se consigna el apasionado amor juvenil de éste por Allie. Al estilo de Tomates verdes fritos, se alternan las vicisitudes de este amor desgraciado (diferente posición social de los jóvenes, oposición de los padres de ella, separación, guerra…) con escenas de los dos ancianos, en que se alimenta la expectación sobre cómo acabará todo, y la sospecha de que la historia les concierne personalmente. Cassavetes no evita un aire de folletín, su sublimación del amor es empalagosa, y defrauda. Aunque lo revista de una bonita fotografía, y una impecable ambientación, y los actores, tanto los veteranos (Garner, Rowlands) como los jóvenes (Gosling, McAdams), cumplan.