Director: Brad Bird. Guión: Tim McCanlies y Brad Bird. Dibujos animados. 86 min. Jóvenes.
Rockwell (Maine), 1957, en plena psicosis nuclear a causa de la Guerra Fría y del lanzamiento del Sputnik soviético. Una noche, cae del espacio un inmenso robot de combate, de 15 metros de alto, que se esconde como puede en un frondoso bosque cercano al pueblo. Allí lo descubre un díscolo e imaginativo chaval, hijo de madre soltera y que es despreciado por sus compañeros de clase. Conforme avanza la amistad entre el niño y el robot, este irá tomando conciencia de su propia dignidad y del ambiente hostil que le rodea. Este ambiente lo acrecienta un torpe agente federal, obsesivamente anticomunista y xenófobo, para el que no ha pasado inadvertido el aterrizaje de este singular objeto volante no identificado.
A pesar de que debe competir con las superproducciones de la Disney, la Fox o DreamWorks, la Warner Bros. no renuncia a mantener su propio estilo de dibujos animados, que ha dado al género creaciones de la talla de los Looney Tunes. Esta disposición, ya demostrada en Space Jam y en La espada mágica, la confirma ahora en El gigante de hierro, galardonada con nueve Premios Annie.
Se trata de la adaptación del clásico infantil The Iron Man, que el inglés Ted Hughes escribió en 1968, al poco de fallecer su esposa -la poetisa Sylvia Plath-, para consolar e instruir a sus dos hijos. La novela ya había inspirado un disco de Pete Townshend, ex miembro del grupo musical The Who, y una obra teatral de Des McAnuff.
Formado en la Disney y en series como Los Simpson, The Critic, King of the Hill o Una vida de perro, Brad Bird ofrece en este su primer largometraje un emotivo homenaje al cómic, al dibujante Norman Rockwell, a la televisión y, sobre todo, al cine de terror y ciencia-ficción. Incluye así referencias a King Kong, Frankenstein, Superman, E.T. y, sobre todo, a films de serie B de los 50, como Ultimátum a la Tierra. Precisamente en esta película se basa el diseño del robot, de apariencia muy clásica, pero en cuyos expresivos movimientos y gestos se han utilizado sofisticados programas de ordenador, que permiten aunar su poderío externo con su inocencia interior.
El resto de la animación, aunque limitada, es de alta calidad y ofrece una ágil planificación, que potencia al máximo la intriga. Además, el guión, al paso que critica los excesos militaristas y el macarthismo, plantea una bella reflexión sobre la amistad, la ausencia del padre, el sentido del sacrificio y el sinsentido de la cultura de la violencia. Queda así un magnífico ejemplo de cine familiar inteligente.
Jerónimo José Martín