La película de Cathy Allyn y Nick Loeb se desarrolla fundamentalmente en torno a dos tramas muy relacionadas entre sí: la vida del ginecólogo Bernard Nathanson (1926-2011) y el proceso judicial de Roe contra Wade que en 1973 desembocó en el dictamen de la Corte Suprema estadounidense a favor del aborto como derecho constitucional de la mujer embarazada. La película, concebida con cierto aire periodístico, indaga en lo que realmente sucedía detrás de todos aquellos movimientos sociales abortistas: los intereses que se movían, las operaciones económicas, la manipulación de la prensa con informaciones y datos inventados, las presiones familiares, y el gran panzer del emporio Planned Parenthood.
La película no cuenta con los medios que contó, por ejemplo, Spotlight, y se nota en una producción más modesta y a veces televisiva, sin grandes estrellas –el director es el protagonista– ni portentosas reconstrucciones. Pero está lo suficientemente aseada y es lo suficientemente digna como para salir a la palestra comercial con vocación suicida para denunciar toda la hipocresía y las mentiras que han envuelto durante años cierta ideología abortista. Todo un ejercicio libre y valiente de incorrección política.