Director: Jean-Paul Rappeneau. Guión: Jean-Paul Rappeneau, Nina Companez y Jean-Claude Carrière. Intérpretes: Olivier Martínez, Juliette Binoche, François Cluzet, Jean Yanne, Gérard Depardieu, Claudio Amendola, Pierre Arditi. 125 min. Jóvenes.
Cuidada superproducción que adapta la famosa novela de Jean Giono, escrita en 1951 y considerada una de las cumbres de la literatura francesa de este siglo (cfr. servicio 151/95). La película relata las peripecias de Angelo Pardi, un idealista e intrépido coronel de húsares, piamontés y carbonario, que se ha exiliado en Francia. Perseguido tenazmente por espías austriacos, recorre la Provenza durante la epidemia de cólera de 1832. En un paisaje de pesadilla, locura y desolación, Angelo vivirá dramáticos encuentros fugaces con los personajes más variopintos, hasta que se encuentra con Pauline de Théus, una enigmática aristócrata francesa que busca a su marido. El caballeroso Angelo acompañará a la bella mujer hasta su destino, en lucha constante para no sucumbir a la pasión que en él despierta la dama, quien a su vez se va dejando cautivar por la generosidad del joven húsar.
Los que hayan leído la novela apreciarán que la versión que ofrece la película difiere un poco de ella. Por un lado, el guión se centra en la parte final, de carácter más romántico, y ha suprimido uno de los pasajes más sugestivos y trascendentes: aquél en que el húsar ayuda a un grupo de monjas a cuidar de los apestados por el cólera. Además, ha suavizado otros pasajes desagradables de la vigorosa descripción literaria de la epidemia, a través de los numerosos contrapuntos de humor y aventuras de capa y espada que permite la inventada intriga político-policiaca. En ella, Jean-Paul Rappeneau repite el estilo ágil y disparatado del que hizo gala en algunos pasajes de su Cyrano de Bergerac y, sobre todo, en Gracias y desgracias de un casado del año 2, la divertida parodia de la Revolución Francesa que protagonizó Jean-Paul Belmondo.
En conjunto, El húsar en el tejado resulta un elegante y sugestivo film de época a la antigua usanza, con numerosos elementos de interés. Por un lado, el despliegue de producción, la espléndida dirección artística de Ezio Frigerio y la preciosa fotografía realista de Thierry Arbogast dan a la película una brillantísima factura visual. Y los personajes, muy bien perfilados en el guión, son encarnados con convicción por un grupo de actores de primera categoría, encabezados por la consagrada Juliette Binoche y el joven Olivier Martínez, ambos magníficos en sus contenidas interpretaciones.
Por su parte, Rappeneau se mueve entre los ingredientes de este cóctel de acción, comedia y melodrama con su soltura habitual, aunando eficazmente el gran espectáculo con la introspección dramática. En este sentido, acierta al mimar la rica galería de tipos de que disponía. Así, consigue dar hondura a las sutiles reflexiones que plantea la novela, en torno a la locura ante la muerte, el sentido del deber y el compromiso, el valor de la piedad y la lucha entre la pasión, el amor y la amistad. Sólo se debilita este equilibrio en el inventado desenlace abierto, narrativamente abrupto, moralmente ambiguo y resuelto demasiado a lo Hollywood.
Jerónimo José Martín