La verdad puede ser compleja e insatisfactoria, no se deja sobornar, no suele estar de nuestra parte, al menos no está “sólo” de nuestra parte.
Ziad Doueiri, director de El insulto, mira de frente a una verdad tan dura como una guerra civil, en este caso la del Líbano (1975-1990), y lo hace derrochando honestidad, en las antípodas del posicionamiento ideológico, del apriorismo.
Un insulto inoportuno desata un conflicto que va creciendo de dimensiones a lo largo de la cinta. Tomando como punto de arranque el altercado entre Toni, cristiano libanés, y Yasser, musulmán palestino, el guion de Ziad Doueiri y Joelle Touma va girando y haciendo que el espectador gire, que modifique su perspectiva una y mil veces, con naturalidad, sin artificio, apoyándose en la fuerza de la verdad, que siempre existe en la posición del otro. Todo un ejercicio de tolerancia argumentativa. Para aprender.
La estructura de la película se sostiene a través de un drama judicial clásico, con algo de acción que ayuda a mantener el ritmo. Hay también un buen estudio de personajes y de tipos sociales, en los que, por cierto, se aprecian grandes diferencias entre el modo de ser occidental y el oriental; también de eso se puede aprender.
Está, además, bien interpretada y bien rodada. Hubiera sido un merecido Oscar como mejor película de habla no inglesa. Se quedó en nominada.
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