El último show

TÍTULO ORIGINAL A Prairie Home Companion

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Director: Robert Altman. Guión: Garrison Keillor. Intérpretes: Garrison Keillor, Meryl Streep, Kevin Kline, Lindsay Lohan, Virginia Madsen. 95 min. Adultos. (D)

La extensa producción de Robert Altman (fallecido en noviembre de 2006) culmina con esta obra póstuma en la que recrea un popular programa radiofónico de música country: «A Prairie Home Companion». La idea del film partió del propio director del programa Garrison Keillor, que además de a las ondas se dedica a las letras y ha escrito un buen número de relatos, novelas cortas e incluso poesía. Keillor es el autor del guión y además protagoniza la película.

El principal aval de este último «show» de Altman es precisamente que parte de una materia prima nada desdeñable: un buen programa de radio que durante unos meses se «pone en escena» en el Fitzgerald Theater para emitir en directo. En el film -rodado casi en su integridad en el propio teatro- han participado, además de Garrison Keillor, algunos de los músicos, locutores y técnicos del programa original. A este material, y a ritmo de una estupenda banda sonora (sin duda, lo mejor del film), la película añade unas cuantas historias ficticias -algunas emotivas, otras divertidas, varias decididamente chuscas y una de muy mal gusto- que se entrecruzan para elaborar una cinta coral. Todo muy de Altman, como el estelar reparto, que además funciona a la perfección, a pesar de que a algunos personajes les reserva Altman unos tristes papeles y otros apenas están esbozados.

Robert Altman rodó esta película con 80 años, edad en la que, a poco que uno se descuide, le sale una obra póstuma, como es el caso. Esta cercanía de la muerte, que además toma como argumento el fin del programa, se nota en el tono melancólico de la cinta, en las constantes referencias de corte religioso -aunque no dejan de ser las referencias de un cínico que se tienta la ropa «por si acaso»-, en una actitud ante los personajes mucho menos agria a la que nos tenía acostumbrados este martillo inmisericorde de sociedades, instituciones, y en el fondo, personas.

Al final, hasta a los «enfants terribles», como a los programas de radio, les llega la hora de relativizar, revalorizar y hacer cuentas.

Ana Sánchez de la Nieta

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