Películas como Pi, Réquiem por un sueño y La fuente de la vida, todas ellas plagadas de símbolos esotéricos y místicos, han convertido al neoyorquino Darren Aronofsky en el más singular y críptico de los directores estadounidenses actuales. Ahora ha dado un giro a su carrera en El luchador, irregular filme en el que se sumerge en el estrafalario submundo del wrestling, esa lucha libre amañada y aparatosa, a medio camino entre el deporte y el espectáculo morboso, que causa furor en ciertas zonas de Estados Unidos y México.
Sorprendentemente, la propuesta de Aronofsky ganó el León de Oro en el Festival de Venecia 2008, y ha reactivado la carrera interpretativa de Mickey Rourke, que llevaba años perdido en combate, con patéticas apariciones en películas menores, como Domino, Sin City u Operación Stormbreaker. Con su interpretación, Rourke ha ganado el Globo de Oro al mejor actor dramático y el Premio Bafta, convirtiéndose así en el favorito de cara al Oscar en esa categoría.
Por primera vez, el guión no lo ha escrito el propio Aronofsky, sino Robert Siegel, que fue durante años editor de la revista satírica The Onion. Relata la penosa existencia de Randy The Ram Robinson, un luchador de wrestling de Nueva Jersey, famosísimo en los ochenta, sobre todo por su mítico combate contra El Ayatolah. Veinte años después, Randy malvive en una autocaravana de alquiler, mientras trabaja entre semana en un supermercado y los fines de semana participa en cutres combates de wrestling. Sus crecientes problemas cardiacos y su sentimiento de culpa por el fracaso de su matrimonio y la soledad de su hija, le llevan a replantearse su caótica existencia. Una madura bailarina de striptease, madre soltera, le echará una mano.
Cabe elogiar la espléndida canción The Wrestler, de Bruce Springsteen -Globo de Oro y candidata al Oscar-, así como la ambientación de la película y la opresiva puesta en escena de Aronofsky, que sumergen al espectador en el malsano submundo de wrestling y en la patética existencia de Randy. En este sentido, la interpretación de Mickey Rourke resulta portentosa, tanto en su despliegue físico -sorprendente a sus 57 años- como en su veraz recreación del drama de su personaje. Hasta el punto de que da la impresión de que la vida del propio actor se parece bastante a la de su personaje.
Sin embargo, esos esfuerzos -como los de Marisa Tomei (aspira al Oscar), Evan Rachel Wood y el resto del reparto- se pierden en un desarrollo demasiado fatalista y previsible, a ratos reiterativo y tedioso, e irritante en su descarado recurso al sexo explícito y a una violencia repulsiva, que cae a menudo en el regodeo. Una pena, porque la historia de redención de Randy The Ram Robinson llega al corazón del espectador y podría haber deparado situaciones mucho más sugerentes.