El mayordomo recrea la historia auténtica de Cecil Gaines, que sirvió como mayordomo a siete presidentes de Estados Unidos, con el telón de fondo de la lucha por los derechos civiles, en la que se implica su hijo Louis. El activismo del hijo da lugar a conflictos que dividen a la familia.
Lee Daniels, responsable de cintas duras como Precious y The Paperboy, entrega aquí su película más clásica y digerible por el gran público, a partir de un guion de Mark Strong, al que le gustan las tramas políticas, como demostró en las TV-movies Game Change y Recuento. Lo que mejor funciona es lo relativo al drama familiar, en que se imbrican las cuestiones políticas y generacionales, el esfuerzo por mantener la unidad familiar y el estatus social adquirido. Ahí los trabajos de Forest Whitaker, Oprah Winfrey y David Oyelowo son fantásticos.
Pero la idea de ofrecer un gran fresco de la época, de medio siglo de combate por la noble meta de que los negros no sean ciudadanos de segunda, está resuelta a medias. Quizá porque prácticamente los únicos personajes blancos son los del entorno presidencial, y específicamente los presidentes, que aparecen muy desvaídos, cuando no rozando el ridículo, como en el caso del Nixon, encarnado por John Cusack.
El modo en que se muestra la profesión del servicio doméstico es un tanto ambigua, por ir ligado a consideraciones raciales. No obstante, se inserta una acertada reflexión de Martin Luther King sobre la ética del trabajo, pues precisamente esa dedicación ayuda a que sus señores les vean como personas y les respeten.