El argentino Daniel Burman reflexiona sobre el paso del tiempo, el amor que se agosta y la creación artística. Lo hace a través de Leonardo, dramaturgo. Casado con Marta, tiene tres hijos. Ha llegado a una edad en que la vida le aburre. Hay rutinas que le cargan, se fija en otras mujeres más jóvenes que la suya, no aguanta a los amigos de su esposa. Tras una cena, Leo se sienta en su sillón y anota en uno de sus cuadernos de escritor ideas que le han venido a la cabeza para una posible nueva obra. De sopetón, parece que ha pasado el tiempo y descubrimos que los hijos del matrimonio han dejado el nido y han partido lejos.
Burman aborda un tema interesante, el de los matrimonios que corren el peligro de desmoronarse cuando los hijos se van de casa, pues la prole a veces puede ser la única razón de que se mantuviera la unión. Sorprende que sea un cineasta de 35 años quien explore tal temática. Lo hace con un artificio de guión que tiene cierta gracia, y una inteligente puesta en escena. Hay algo de tragicómico en la narración, pues junto al patetismo de quien no sabe aceptar su actual etapa vital, hay detalles de suave humor, y arriesgadas escenas en que se dispara la imaginación del protagonista, singularmente una casi de musical, que acontece en un centro comercial. No es una película redonda, pero su humanidad, bien soportada por el actor protagonista, Oscar Martínez, resulta un aliciente para verla.