Algunos los relacionan erróneamente con la masonería, pero Les Compagnons du Devoir, o sencillamente, Los Compañeros, no es más que una asociación obrera de ayuda mutua para artesanos itinerantes, iniciada en el siglo XIII y consolidada en el siglo XVIII. Sus miembros suelen trabajar como albañiles, carpinteros o tallistas en diversos monumentos históricos, que recorren en lo que llaman Tour de Francia, una parte fundamental de su formación humana y profesional. Sus vistosos rituales –ya no tan secretos– y su discreción respecto a su propia historia siguen alimentado fantasías malsanas. La realidad es que llevan a cabo una importante labor social de integración de miles de jóvenes problemáticos a través de la formación en las virtudes básicas y del aprendizaje de oficios artesanales cada vez más minoritarios.
En uno de esos centros de enseñanza de Los Compañeros recala Naëlle (Najaa Bensaid), una joven de 19 años, imaginativa, grafitera y con fuerte personalidad, que malvive en un peligroso barrio marginal de París con su madre y una hermana pequeña. De ese ambiente de delincuencia, prostitución y drogradicción le saca Hélène (Agnès Jaoui), una trabajadora social que es la Madre de ese grupo de Compañeros, a pesar de que ella misma lleva años alejada de su propia hija. Ya en el centro, Naëlle intentará encontrar su camino con el apoyo severo de Paul (Pio Marmaï), su instructor en el difícil arte de hacer vidrieras. La cosa marcha bien hasta que el doloroso pasado de Naëlle reaparece con una crueldad aparentemente incontrolable.
Nueva muestra del vigor y la variedad de la cinematografía francesa, especialmente en el ámbito de ese nuevo cine social de exaltación de iniciativas públicas y privadas como las descritas en Una razón brillante (2017), Especiales (2019) o Tenor (2022). El poco conocido François Favrat (Le rôle de sa vie, La Sainte Victoire, Boomerang) despliega una pulcra y fluida puesta en escena naturalista, en la que aprovecha dramáticamente los diversos símbolos gremiales, y cuya sencillez resalta el excelente trabajo de todo el reparto. Como siempre, Pio Marmaï y Agnès Jaoui encarnan con vigor a sus personajes, tan fuertes y tan frágiles como el de Naëlle, a la que da una frescura y una autenticidad apabullantes Najaa Bensaid, que debutó brillantemente en 2015 en À 14 ans, de Hélène Zimmer. Además, Favrat se muestra muy convincente en su elogio de la disciplina, la humildad, el sacrificio, la gratitud, la capacidad de redención, la solidaridad… y otras muchas virtudes –perdón, valores–, muy a contracorriente del individualismo hedonista dominante.
Jerónimo José Martín
@Jerojose2002
