Un breve prólogo recuerda que, en las clasificaciones para el Mundial de fútbol de 2001, la selección de Samoa Americana, una isla de Estados Unidos en Oceanía, perdió contra Australia por 31 a 0. En los años siguientes, los samoanos no ganaron ningún partido, ni tan siquiera marcaron un gol. Para las clasificaciones del mundial de 2014 contrataron a Thomas Rongen, un entrenador en horas bajas. Esta película imagina cómo fue el encuentro de Rongen y su equipo de fútbol y cómo uno y otros mejoraron como personas y como deportistas.
Taika Waititi, director de Jojo Rabbit, tiene fama de ser original y creativo, y nos sorprende con una película muy convencional: la historia clásica de un equipo de perdedores que crece gracias a la intervención de un entrenador diferente. En el caso presente sorprende porque los hechos narrados son próximos a la realidad. Rongen es un hombre amargado y colérico, mientras que los samoanos son presentados como amables, optimistas, tranquilos y religiosos. Con esas premisas, el guión avanza sin problemas por senderos trillados. La evolución a mejor del entrenador resulta muy forzada. Algunos gags son graciosos, otros previsibles. La anécdota original es la historia de Jaivah, jugador transexual; se trata de una historia real que los guionistas no podían no explotar. Lo más significativo es la idea de que lo fundamental es disfrutar con el juego, y no simplemente ir a ganar.