Directora y guionista: Byambasuren Davaa. Intérpretes: Batchuluun Urjindorj, Buyandulam Daramdadi Batchuluun. 93 min. Todos.
El cine oriental, esta vez en coproducción con Alemania, vuelve a darnos una lección de humanidad y buen gusto. «El perro mongol», con premios en diversos festivales, tiene los ingredientes de un hermoso documental, la redondez de un guión de ficción, la estética de una poesía visual, y la humanidad grande y sana de los mejores títulos de De Sica. Todo eso está en «El perro mongol», película dirigida por Byambasuren Davaa («La historia del camello que llora»), de 35 años, nacida en Ulan Bator y formada como cineasta primero en su país y desde 2000 en Munich.
Una familia nómada -familia en la realidad, no compuesta por actores- se traslada todos los años a un valle aislado de Mongolia para pasar allí el verano. El padre viaja ocasionalmente a la ciudad para vender algunos productos, la madre atiende la casa y las labores del campo y los niños juegan y ayudan en lo que pueden. Un argumento tan sencillo como ese. Como una fábula para niños.
La película nos muestra formas de vivir con gran humanidad y dignidad, al margen de las presiones de las grandes ciudades; de hecho, en la escena final se permite una ironía sobre esto, llena de sentido del humor. Aunque la familia pueda parecer idílica, lo cierto es que expresa muy bien el valor de la familia y de la salud mental, ambas cosas amenazadas en Occidente. Los paisajes y la música son una auténtica terapia para el espectador. Un film de una altura que recuerda al Zhang Yimou más clásico.
Juan Orellana