El primer día de mi vida comienza de un modo atroz: en una lluviosa noche romana, cuatro personas, un hombre, dos mujeres y un niño, se suicidan. En el último instante aparece un personaje misterioso y les ofrece un trato: les da una semana para “repensárselo”, para volver a apreciar la vida y enfrentarse a los miedos que los empujaron a aquella acción desesperada.
Con este filme, Paolo Genovese (Perfectos desconocidos) adapta su novela homónima. Se trata de una fábula que tiene mucho de ¡Qué bello es vivir!, de Capra, y de El cielo sobre Berlín, de Wenders. La hazaña consiste en pasar del suicidio a un canto a la vida, sin perder el tono realista y reconociendo que el mundo es imperfecto y que el dolor y los desengaños no van a desaparecer…
Contenido para suscriptores
Suscríbete a Aceprensa o inicia sesión para continuar leyendo el artículo.
Léelo accediendo durante 15 días gratis a Aceprensa.