En el pequeño Midlands (Irlanda), a finales del siglo XIX, una niña de once años sobrevive sin comer de manera milagrosa. El eco de este sobrenatural suceso lleva a los dirigentes de la región a contratar a una enfermera inglesa y una religiosa para que vigilen día y noche a la niña para saber si es un fraude o un milagro.
El chileno Sebastián Lelio logró en 2018 el Oscar a la mejor película extranjera por Una mujer fantástica, un drama sobre la transexualidad bastante discutible. Desde entonces, su carrera se ha desarrollado fuera de su país con películas de subrayado ideológico más bien fallidas, como la británica Disobedience (2017) o la norteamericana Gloria Bell (2018). El prodigio, basada en la novela de Emma Donogue, está rodada y producida en Irlanda con localizaciones extraordinarias, una puesta en escena brillante y una música omnipresente y original que envuelve una historia oscurantista, una más, sobre el oscurantismo rural católico. Toda la película gira en torno al misterio del milagro dejando muy poco espacio dramático a unos personajes marcados por una amargura sin matices. A pesar de tener como protagonistas a la actriz de moda Florence Pugh (Mujercitas, No te preocupes, querida) y a la jovencísima Kíla Lord Cassidy, que aguanta el peso de un personaje imposible, la película resulta artificial y finalmente insatisfactoria en su esperada resolución.