León de Oro y mejor ópera prima en Venecia 2003, esta película ha sido producida por Ren TV, la primera cadena privada rusa. Según su director, trata «de la encarnación metafísica del alma de la Madre hacia el Padre». Intenciones aparte, el resultado no va más allá de un abstruso y moroso capítulo de paisaje (el lago Ladoga) con figuras (un padre y dos hijos que van de pesca), que obliga al espectador a poner casi todo, paciencia incluida. Algunos han comparado este film con los de Tarkovski, pero parece muy aventurado emparentarlo con el trascendentalismo del director de Sacrificio.
La cámara sigue con fruición y mucha plástica el vuelo de una gaviota, la rodada de un automóvil y otras realidades que deben de entrañar una suerte de simbolismo cabalístico no asequible para los simples mortales. Decía un realizador que el problema de muchos directores occidentales es que se han formado viendo la MTV. No sé si es el caso, pero muchas escenas de El regreso parecen concebidas para un clip de ese canal protagonizado por un trío de cantantes de negro con carita de pena. Andréi Zviáguintsev ha hecho publicidad para TV y realizó estudios de interpretación en la Escuela de Teatro de Moscú, tiene 40 años y admira a Antonioni. Acabáramos.