Estamos viviendo una nueva edad de oro del cine de animación. Y esto va a más, sobre todo porque la Walt Disney muestra una vitalidad asombrosa. La Sirenita, La Bella y la Bestia, Aladdín… y, ahora, El Rey León, su largometraje número 32. Cuatro obras maestras, un puñado de Oscars, la primera candidatura de un film animado para el Oscar a la mejor película (La Bella y la Bestia), sucesivos records de taquilla… ¿Quién da más?
El Rey León, en efecto, es una película soberbia, en la que se ensamblan casi a la perfección todos los elementos que convierten al cine en el séptimo arte. Ya sólo las impresionantes secuencias de apertura y cierre merecen engrosar las antologías.
El guión recrea un relato original -el primero en la historia de la factory-, lleno de humanidad aunque en todo él no aparezca un ser humano. Narra las aventuras de Simba, un cachorro de león que tiene que huir de su reino tras el asesinato de su padre, el rey Mufasa, a manos de su ambicioso tío Scar y su ejército de hienas. Crecerá en la selva, en compañía de un chiflado jabalí y de un suricato inteligente y hedonista. Hasta que, impulsado por una bella leona y un sabio mandril, se decide a recuperar su trono y ocupar así el lugar que le corresponde en el «ciclo de la vida».
Como siempre, hay en la película humor y aventuras, pero esta vez se afrontan también temas de mayor hondura: la envidia, el destino, la culpa, la cobardía, la educación de los hijos, la vacuidad del carpe diem, la muerte… Siempre, a través de unas situaciones y unos diálogos muy inteligentes, en los que se mezclan referencias shakespearianas, bíblicas y hasta New Age. En este sentido, El Rey León es una de las películas más adultas de la Disney, aunque no deja de ser un film para toda la familia, que entusiasmará al público infantil.
En la resolución narrativa y visual no se han escatimado gastos, se ha cuidado hasta el último detalle y, así, el film ofrece algunas de las secuencias más sobrecogedoras de la historia del cine de animación: la estampida de antílopes, por ejemplo. Esta vez, a las últimas técnicas en animación por ordenador -cambios de enfoque, exuberancia cromática para los bellos paisajes africanos, perfección en el movimiento de todos los animales, cámara lenta…-, se añaden unos impresionantes efectos de sonido y la vibrante partitura de Hans Zimmer, llena de preciosos contrapuntos corales africanos. A esta magia también aportan su granito de arena las seis magníficas canciones de Elton John y Tim Rice, de estilos muy variados.
Con todo lo dicho, ¿a quién le extrañaría que El Rey León consiguiera este año el Oscar a la mejor película, rompiendo así una tradición aparentemente intocable? Muy pocos films de este año pueden ofrecer tanta frescura narrativa, belleza visual y fuerza dramática.
Un comentario