El robo del siglo parte de un hecho real: el espectacular asalto a la sucursal Acassuso (Buenos Aires) del Banco Río, el 13 de enero de 2006. Y enlaza con dos títulos argentinos recientes: El clan y El ángel. Es decir, estamos ante un subgénero dentro del clásico género de robos: el que se apoya en las noticias que llenan la sección de sucesos.
El cineasta argentino Ariel Winograd firma su mejor película hasta la fecha con un filme muy solvente en dos apartados fundamentales: el guion y la interpretación. El guion, porque la película narra con todo detalle cómo un grupo de delincuentes sin ninguna experiencia en golpes preparados –el más “experimentado” era un ladrón de poca monta– pudo burlar el potente mecanismo de seguridad de un banco y poner en jaque a un centenar de policías.
El acierto del guion se entiende más cuando se comprueba que Winograd contó con el protagonista real del robo, Fernando Araujo, como guionista de la película. Se podría decir que, en algunos tramos, el filme es casi más documental que ficción.
En cuanto al apartado interpretativo, la cinta cuenta con dos de los actores argentinos más solventes en la actualidad, con permiso de Ricardo Darín, que juega en otra liga: Guillermo Francella y Diego Peretti. El primero, como “cerebro” experimentado, y el segundo, como iluminado, componen una pareja eficaz que tira de la película con una de las herramientas más clásicas con las que trabajan el cine, la literatura y quizás la vida desde sus orígenes: la contraposición de contrarios.
Lástima que a la cinta, exceptuando algunos breves gags, le falte sentido del humor. En ese aspecto, El robo del siglo es un quiero y no puedo. Si hubiera explotado un poco más la vis cómica, tanto de los actores como del argumento, estaríamos ante una grandísima y divertidísima película. Pero en el tono se queda corta… Y como en las recetas de cocina, si te quedas escaso de sal, el resultado es soso.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta