Benjamín Espósito es abogado. Tiene sesenta años y vive solo después de un matrimonio fracasado, varios affaires y una existencia que él mismo define como vacía. Acaba de jubilarse y, para evitar el aburrimiento, decide escribir una novela sobre un caso que, hace 25 años, le cambió la vida. La escritura le ayudará a bucear en el pasado y a buscar una salida a su situación.
La última película de Juan José Campanella (El hijo de la novia; El mismo amor, la misma lluvia) es una ejemplar adaptación de una novela del coguionista Sacheri. A la vez thriller policiaco e interesante drama psicológico y romántico, la cinta supone una revisitación del film noir en clave de cine argentino. En este caso significa, sobre todo, un prodigioso uso de los diálogos, una entrañable construcción de los personajes y unas estupendas interpretaciones.
El realizador argentino ha escrito un sólido guión que, jugando con el tiempo, va hilando una interesante investigación policiaca con una sutil y creíble historia de amor. Dice Campanella que, más que la historia del violento crimen, le atrapó la imagen de un hombre mayor comiendo solo y la pregunta de cómo había llegado a esa situación. En ese sentido, el cineasta argentino hace, con honradez pero también con cierta falta de nitidez moral, un elogio a las segundas oportunidades.
En cuanto al tratamiento de la investigación policiaca, habrá quien acuse a Campanella de jugar con el espectador, de ofrecer pistas falsas, de alargar un final que podría adivinarse mucho antes. Quizás hay algo de eso pero me quito el sombrero ante un thriller que es capaz de cambiar el paso en cinco o seis ocasiones sin enfadar al espectador, aportando nuevos datos, sin caer en muchas más truculencias que las necesarias y sorprendiendo al final.