El detective privado Marlowe es contratado por el general Sternwood para aclarar la súbita desaparición del marido de su hija mayor. La investigación remueve la basura. Hawks llevó al cine la mejor novela de Raymond Chandler, el número uno de la novela negra con permiso de Dashiell Hammett (he vuelto a leer con sumo gusto la estupenda Cosecha roja). Para hacer el trabajo, Hawks aprovechó que en nómina de la Warner estaba un tal Faulkner, y logró un guión excepcionalmente bueno.
Basta ver el comienzo de la película (y leerlo en el libro, me permito recomendar) para entender que la novela negra es lo más parecido a un guión cinematográfico y lo más fácil de llevar al cine que hay a lo largo y ancho de la literatura. La escena del detective que espera ser recibido por el paralítico potentado y conoce a la menor de las hermanas es tan brillante, que deslumbra. Bogart y Bacall volvieron a coincidir después de haberse gustado y de gustar a todo el planeta en Tener y no tener, del 44 y también dirigida por Hawks, menudo acaparador. La tercera y última sería Cayo Largo, en el 48. El sueño eterno (1946), como casi todo lo de ese maestro del cine que fue Hawks, tiene un ritmo estupendo y una factura envidiable.