El misterioso promotor Dominic Badguy (Ricky Gervais) convence a los Muppets para que realicen una gira con su show por varias capitales de Europa, como Berlín, Madrid, Dublín o Londres. Pero, en realidad, Dominic es el Número Dos del malvado delincuente internacional Constantine, que acaba de fugarse de una cárcel siberiana, y que es la viva imagen de la Rana Gustavo. Ambos pretenden realizar varios robos potentes aprovechando el periplo europeo de los Muppets.
En este undécimo largometraje sobre los famosos muñecos de trapo, creados en 1964 para la televisión por el estadounidense Jim Henson, el realizador inglés James Bobin repite la fórmula que ya empleó en Los Muppets. Para la chavalería, articula una trepidante sucesión de situaciones cómicas y números musicales más aparatosos que brillantes, salvo el primero –We’re Doing a Sequel–, que es magnífico. Y adereza ese cóctel con descaradas apelaciones a la nostalgia para mantener el interés del espectador adulto. En esta línea se plantea la clásica subtrama criminal –con ecos de la Guerra Fría–, los numerosos cameos de actores y cantantes de las últimas décadas, y los tópicos sobre las diversas idiosincrasias de los países por donde pasan los Muppets.
Como su antecesora, El tour de los Muppets es episódica, repetitiva y arrítmica, y carece de la magia de las mejores películas de la saga. Pero consigue su objetivo de entretener sin estridencias a todos los públicos.
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