En París, a finales de 1386, Jean de Carrouges y Jacques Le Gris se batieron a muerte. Fue el último juicio-duelo de Francia sancionado por el rey. Jean de Carrouges acusaba a Jacques Le Gris de haber violado a su mujer, cosa que el otro negaba. Las armas, con la ayuda de Dios, decidirían quien decía la verdad.
La historia está narrada por varios cronistas de época.
El guion es de Ben Affleck y Matt Damon (El indomable Will Hunting), en colaboración con Nicole Holofcener (Sobran las palabras), y se basa directamente en el libro homónimo de Eric Jager. La estructura del relato se inspira en Rashomon, de Kurosawa: los mismos hechos son narrados tres veces, cada vez bajo el punto de vista de uno de los protagonistas. Hay que decir que las repeticiones no siempre están logradas y el relato termina por volverse cansino.
El guion modifica u omite algunos hechos narrados en el libro para favorecer la tesis que Ridley Scott predicó en El reino de los cielos y en Robin Hood: la Edad Media fue una época oscura, tétrica, supersticiosa; la religión era falsa o interesada; el poder de la realeza y de la nobleza era injusto e injustificado, y ahora añade que la sociedad era horriblemente machista. El último duelo tiene, pues, lo peor de Scott: su afán de sermonear al espectador. También tiene lo mejor de este director: su enorme talento para manejar grandes equipos. La fotografía es un poema; los decorados naturales son bellísimos, sin ayuda electrónica; la puesta en escena, primorosa, con esmero en los detalles al reconstruir la época. Las batallas y el propio duelo son espectaculares… aunque rozan el sadismo.
Una película interesante, que podría haber sido magnífica. Destaca el trabajo actoral de Matt Damon (Jean de Carrouges) y, en parte, el de Jodie Comer (su mujer). Alex Lawther (Carlos VI) es de vergüenza ajena.