Ópera prima del hasta ahora director de fotografía Liu Jie (La bicicleta de Pekín) sobre un tribunal ambulante que recorre los míseros pueblos de la provincia de Yunnan, al sudoeste de China. A Feng, viejo juez a punto de jubilarse, le acompañan una veterana secretaria judicial y un joven en prácticas recién salido de la universidad.
En línea con otras películas de la quinta generación de realizadores chinos, la cinta muestra la vida cotidiana en el ámbito rural, la convivencia entre las tradiciones y la modernidad, obviando por motivos bien conocidos la tremenda corrupción del comunismo chino. Lo hace a un ritmo muy chino, esta vez en el peor sentido posible, es decir, en el del tormento: se ve crecer la hierba y da tiempo a hacer examen sobre la propia vida y la de varias generaciones de ancestros hasta llegar exhaustos a un desenlace hermoso y poético, que quizás magnifiquemos porque comparada con el metraje previo, cualquier cosa medio qué puede parecer maravillosa.
A diferencia de películas tan exquisitas como las primeras de Yimou (por ejemplo, la estupenda Qiu Ju, una mujer china, 1992, que también trata de litigios), esta resulta mucho más ardua, tediosa y reiterativa hasta hacer que el espectador saque bandera blanca. Una de esas películas bien escritas, fotografiadas e interpretadas que llegan a los festivales y ganan premios. Una de esas películas por las que muy poca gente pagaría una entrada.