Eragon es un granjero huérfano de quince años que un día encuentra una extraña piedra de color azul. A partir de ese momento, su vida se llena de dragones, princesas, orcos, elfos, espadas y magia, mucha magia.
100 millones de dólares ha costado esta película que adapta el primer volumen de la trilogía El legado, escrita por Christopher Paolini (California, 1983). El autor -uno de esos chavales educados por los padres en su propia casa, en una granja de Montana- terminó su relato cuando tenía quince años. Sus padres lo editaron y fueron por colegios haciendo promoción con lecturas y escenificaciones. En 2002, la poderosa editorial Knopf, se hizo con el libro, que se convirtió en un best seller en EE.UU., superando en ventas a Harry Potter. En 2005 se publicó Eldest, la segunda parte. La tercera, Empire, está anunciada para 2008.
Todos los defectos de la novela (diálogos de una bobería solemne y sonrojante, personajes sin mundo interior que actúan de forma incoherente y arbitraria, tramas elementales, excesos descriptivos de corte cinematográfico, continuos préstamos de situaciones y personajes de otros libros y películas de aventura fantástica) están presentes en la película del primerizo Stefen Fangmeier, un técnico en efectos visuales que ha contado con un pobre guión de Peter Buchman (Parque Jurásico III), hueco y manido, sin espacio para la sorpresa y de una ramplonería muy acusada. La puesta en escena es irregular, con una sensación casi continua de acartonamiento pétreo. Es uno de esos casos en los que el celo por ser fiel a la novela se convierte en una trampa mortal.
La grandilocuente música del gran Patrick Doyle intenta insuflar emoción a esta película que hubiera sido mucho mejor en manos de un director y un guionista más hábiles. Así hubieran sabido apoyarse en los elementos más atractivos de una historia de aventuras con todos los ingredientes habituales en la cocina de los héroes con viaje iniciático. El actor protagonista, un calco de Luke Skywalker, pone un empeño extraordinario en ser soso: lo consigue con una perfección admirable.