Basta ver arrancar esta película para darse cuenta de que la revista Variety no se equivocó al señalar en 2006 a Joe Wright (Londres, 1972) como uno de los diez directores que tener en cuenta, después de la buena acogida de su versión de Orgullo y prejuicio.
Con siete candidaturas a los globos de oro (película dramática, director, guión, música y actores: Keira Knightley, James McAvoy y la niña Saoirse Ronan), Expiación puede ser la gran triunfadora en los premios de la prensa extranjera en Hollywood, donde parte como principal favorita, por delante de No es país para viejos de los hermanos Coen y de Pozos de ambición (asombroso título español para There Will Be Blood de Paul Thomas Anderson, con el gran Daniel Day-Lewis como protagonista). Y ya se sabe lo que influyen los Globos en los Oscar.
Expiación (2001) es para la mayoría de los críticos literarios la mejor novela del prestigioso escritor inglés Ian McEwan. Llevar al cine una novela nunca es fácil, y ésta no parecía especialmente apropiada para hacer una película. El guión de Christopher Hampton (Las amistades peligrosas, Imagining Argentina, Carrington) es muy fiel al libro y sabe trasladar al lenguaje cinematográfico la enrarecida atmósfera de un relato atormentado y tumultuoso, que cuenta con una notable impronta subjetiva. La aporta el punto de vista de Briony Tallis, una chica de trece años, que sin ser la narradora del relato es, sin duda, su alma, el frontón donde se juega una desgraciada y fatídica partida, el recipiente donde todo se cuece.
El diseño de producción de la cinta es impecable, con una poderosa recreación de la retirada inglesa en Dunkerque, que comienza con un magnífico plano secuencia, botón de muestra de la calidad de la fotografía. Un especial comentario merece la música de Dario Marinelli, inteligente y sutil, con un fascinante uso de ruidos rítmicos en el primer movimiento del score de la cinta (el tecleado crepitante e in crescendo de una máquina de escribir que funciona como el corazón enfebrecido de fantasía de la pequeña Briony).
Las interpretaciones están bastante bien, en especial, la de la jovencísima Saoirse Ronan, que lleva el peso del tramo decisivo de una historia que comienza en Inglaterra un día de 1935, el más caluroso del verano. Los Tallis están en su mansión campestre, mientras el cabeza de familia, alto funcionario del gobierno, sigue trabajando en un Londres inquieto por un panorama desalentador. La pequeña Briony prepara una obra de teatro. La veinteañera y altiva Cecilia ha vuelto enfadada de Cambridge, donde también está Robbie, hijo de una criada y compañero de juegos de Cecilia, que estudia gracias a la generosidad del padre de Cecilia. Se prepara una cena especial para recibir a León, el hijo mayor que acaba de terminar sus estudios en la universidad.
Expiación se asoma al misterio del mal con maestría. El asunto es que aquí, el mal es de verdad, no como en tanta peliculita de tres al cuarto, y por eso, resulta incómoda y turbadora. A McEwan le sobra veneno y anda cortísimo de antídoto.