Decir de una película que recuerda a En busca de Bobby Fischer ya es un notable elogio. Pues aquel pequeño gran filme de Steven Zaillian –guionista de La lista de Schindler y El irlandés– es una cumbre del cine de final del siglo XX, con una lúcida crítica al individualismo materialista y una propuesta muy sugerente de educación en virtudes, que integra a los padres, la escuela, las iniciativas sociales, los amigos, la calle y, por supuesto, la libertad del propio niño educado.
De todo esto habla también Fahim, del actor y director Pierre-François Martin-Laval, a partir del libro Un roi clandestin, la biografía de Fahim Mohammad escrita por Sophie Le Callennec y Xavier Parmentier. Seguramente es lo mejor que ha escrito y dirigido este cineasta marsellés, pues sus anteriores trabajos tras la cámara (Essaye-moi, King Guillaume, Les profs 1 y 2, Gaston LaGaffe) no traspasaron las fronteras de su país. Aquí las rompe desde el arranque, pues sigue los pasos de Fahim (Ahmed Assad), un inteligente chaval de Bangladesh, magnífico jugador de ajedrez, que deja a su madre y hermanas para huir a Francia con su padre Nura (Mizanur Rahaman). Ya en Créteil, Nura lucha contra todos para obtener asilo político mientras Fahim conoce a Sylvain (Gérard Depardieu), uno de los mejores entrenadores de ajedrez de Francia, y también de los más hoscos y agresivos.
Fahim no tiene la excelencia narrativa, visual e interpretativa, ni la hondura dramática y antropológica de En busca de Bobby Fischer. Pero mantiene un alto nivel fílmico dosificando bien la intriga en torno al padre del chaval, retratando con humanidad y emotividad las luces y sombras de la inmigración en Francia y arrancando una interpretación muy entrañable a Gérard Depardieu, al que responde el joven Ahmed Assad con sorprendente aplomo. Quizás no pase a la historia, pero Fahim gustará a un público amplio y animará a los más jóvenes a jugar al ajedrez y a plantearse los grandes temas.
Jerónimo José Martín
@Jerojose2002