Sobre una feliz idea, ya clásica, este nuevo director construye un guión amable, con humor, y a la vez serio y con sus gotas de amargura. Un rico solitario contrata a un grupo de actores para que simulen ser su familia durante el día de su cincuenta y tantos cumpleaños.
Nunca entra la película en la línea de la comedia vodevilesca o cómica, sino que se mantiene en un muy interesante y difícil equilibrio, en el borroso límite entre verdad y simulación. Sin embargo, quizá con la intención de hacer más verdadero el retrato de la familia actual, resulta excesiva la presencia del sexo -bien que las más de las veces implícito-, o descarnadas conversaciones sobre él.
El ritmo es lento, adecuado a la intención de la obra. La realización, muy segura, enriquece todo con muchos detalles cotidianos. Hay nostalgia, y esa amargura que al caer la noche hacen exclamar al protagonista: «Qué equivocado está quien dice que es mejor estar solo que mal acompañado». El final queda abierto en una poética sugerencia plástica. Sin duda es un hermoso canto a la familia. Y a la suya dedica esta opera prima el autor.
Pedro Antonio Urbina