Farinelli. Il castrato

Director: Gérard Corbiau.

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Intérpretes: Stefano Dionisi, Enrico Lo Verso, Elsa Zylberstein.

Sobre todas las cosas esta película es música -música del siglo XVIII: Broschi, Haendel, Hasse, Pergolesi…- y es voz. Una especial ficción ha conseguido que oigamos la que pudo ser voz del famoso castrado Farinelli; para conseguir las tres octavas y media de su registro se ha creado una sola y magnífica voz con las voces del contratenor Derek Lee Ragin y de la soprano Ewa Mallas Godlewska, manipuladas en un ordenador. Se han desempolvado partituras operísticas que, ahora sí, alguien puede cantar de nuevo: simula hacerlo el actor Stefano Dionisi, que vive con elegante credibilidad la desgracia y el éxito de ese artista.

Gérard Corbiau, tras El maestro de música, ha conseguido un espléndido sonido y una decoración fastuosa, una bellísima recreación galante, cortesana, operística de ciertos ambientes musicales europeos.

El relato de la tremenda historia de Carlo Broschi, Farinelli y de su hermano el compositor Ricardo, bien que no en todo real, tiene la fuerza suficiente para sostener y dar un especial color de tragedia a ese despliegue musical singularísimo. Fue un inmoral y extendido hecho social en Italia la práctica de la castración para conseguir esas peculiares voces.

El cantante Farinelli ha de centrar su vida en sólo la música. Llegan a serle insuficientes las composiciones de su hermano Ricardo (Enrico Lo Verso), que se verá superado. Junto a eso, le atormenta su ansia, frustrada, de paternidad, que, en ese clima de desorden moral, su hermano cumple por él: así, en el exquisito entorno barroco, dirige Corbiau éstas y otras situaciones ciertamente fuertes, con quizá una innecesaria explicación para lo ya evidente.

El desenlace de la película, no de la vida de Farinelli, tiene lugar en la corte de Felipe V de España y de Isabel Farnesio. Quedan bien apuntados dramáticamente los trazos humanos y artísticos de los dos hermanos, en especial el desgarro interior de quien pudo decir: «A fuerza de encarnar a los dioses, he tenido la osadía de pensar que podía ser un hombre».

Pedro Antonio Urbina

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