El estadounidense Richard Linklater se ganó el fervor de un sector de los aficionados al cine independiente con Antes del amanecer y Antes del anochecer. Después, fascinó a algunos y durmió a la mayoría con sus experimentos animados Waking Life y A Scanner Darkly, realizados con rotoscopio interpolador a partir de una filmación en acción real.
Ahora da una de cal y otra de arena en Fast Food Nation, una especie de denuncia político-social a lo Michael Moore, pero con formato de cine de ficción. Basado en el best-seller de Eric Schlosser, el guión desarrolla su acción principal en una pequeña localidad de Colorado, donde se ubican el matadero y la planta de empaquetado de la multinacional de comida rápida Mickey’s. Allí se cruzan los caminos de tres inmigrantes mexicanos, que comienzan a trabajar en la planta; de un grupo de estudiantes ecologistas, que intentan denunciar las prácticas sospechosas con animales, y de un ejecutivo de marketing de la empresa. Este debe revisar a fondo el matadero y la planta, pues en unas pruebas recientes encontraron excrementos animales en las hamburguesas.
Linklater dirige bien a sus actores -muchos de ellos, excelentes- y entrelaza sus historias con agilidad y sentido dramático. Su problema es el mismo de Michael Moore: que mira la realidad a través de una lente ideológicamente deformada, que torna previsible la evolución de la trama hacia la tragedia, así como la inevitable degeneración moral de los personajes, forzados sin remedio por un sistema capitalista inhumano y corrupto en su misma raíz. Seguramente, muchas de las denuncias de Linklater tienen fundamento real; pero las expone con tal vehemencia, con tanto pesimismo e incluso con tal crudeza que acaban por resultar exageradas y parciales.