Kelly Reichardt (Miami, 1964) es una prestigiosa directora norteamericana, muy reconocida en los ambientes de cine independiente. Enseña cine en el Bard College (Universidad Tufts). Ha dirigido, escrito y montado siete largometrajes en 27 años. Para entender mejor First Cow ayudará recordar que Tufts fue fundada por la Iglesia universalista en 1852 y tener presente la cita de Blake que abre la película: “El pájaro, un nido; la araña, una tela; el hombre, la amistad”.
Asistimos a una historia de amistad que tiene lugar en Oregón, durante el año 1820. Ese territorio acababa de ser cedido por España a Estados Unidos y el Reino Unido, que lo administran por separado, al norte y al sur del río Columbia. Otis Cookie Figowitz y King Liu forman parte de sendas partidas de tramperos. Por casualidad, coinciden y emprenden una sencilla aventura comercial: vender buñuelos, que el cocinero Cookie recordaba haber probado.
Reichardt se alinea con Ford, Tati, Bresson y Malick en el manejo poético del espacio y el tiempo. Con una hermosa fotografía, una música sencilla y minimalista, la película se toma su tiempo –con un montaje que maneja los tres niveles de conflicto de una manera nada convencional– para contar una historia de frontera, en una tierra virgen llena de posibilidades a la que no han llegado las mujeres blancas, porque todo está empezando y las poblaciones son míseros fuertes, meros puestos fronterizos.
El peso del credo universalista (y por tanto del trascendentalismo de los Emerson, Thoureau y Whitman) está muy presente en un relato que permite al espectador interesado en las esencias del crisol estadounidense muchas reflexiones apasionantes.
Quizás no sea necesario advertir que la película es voluntariamente tediosa, con tramos que pueden llegar a irritar a un espectador acostumbrado a relatos más convencionales, que son los que suele usar el cine comercial. Un northwestern bellísimo; una gran película para un público exquisito.