Rodeada de polémicas se estrenó en Francia, y ahora llega a España, la última película de François Ozon, uno de los directores franceses más reconocidos en el panorama internacional. Con este film obtuvo el Gran Premio del Jurado en el último Festival de Berlín. El cineasta ha aprovechado la triste actualidad de los casos de abusos de menores por parte de sacerdotes que han ido saliendo a la luz en diversos lugares del mundo, para encarar el caso que más ha centrado la atención en Francia: el asunto del P. Preynat, más conocido como “el caso Barbarin”.
Hace tres años, el sacerdote de la diócesis de Lyon Bernard Preynat fue acusado de abusar de numerosos menores en los años 80, cuando estaba al frente de los boy scouts de la parroquia de Sainte-Foy-lès-Lyon, acusaciones que fueron confirmadas por el propio sacerdote. El actual arzobispo de Lyon, el cardenal Barbarin, ha sido recientemente acusado y declarado culpable de ser conocedor de los hechos y no haber destituido al sacerdote. El purpurado ha recurrido la sentencia, pero a la vez ha presentado al Papa su renuncia, que no la ha aceptado. El filme concretamente relata el nacimiento de la asociación La Parole Libérée, que fue creada en 2015 por las víctimas de Preynat.
Con este marco de referencia, Ozon ha querido ofrecer un caleidoscopio para acercarse al asunto desde diversas perspectivas, representadas por diferentes personajes. El espectro va desde el católico sincero que, por el bien de la Iglesia, quiere denunciar los abusos sufridos, hasta el ateo militante que promueve la apostasía, pasando por una gran variedad de actitudes y matices. Fundamentalmente, la película sigue a tres de las víctimas del padre Preynat, interpretadas por los actores Melvil Poupaud, Denis Ménochet y Swann Arlaud.
Esta pluralidad de puntos de vista es el mayor acierto de la película, que no se pliega a una sola actitud. Por otra parte, no se puede decir que a Barbarin se le trate mal, pero ciertamente el resultado global le deja en muy mala posición y es el gran “villano” del film, además obviamente de Preynat.
Desgraciadamente, un tema presente pero no suficientemente desarrollado es la cuestión del perdón, algo políticamente incorrecto. El padre Preynat pide perdón a algunas víctimas, que en general no le perdonan. Y sin embargo, la dinámica del perdón es necesaria para que las heridas puedan cicatrizar en la medida de lo posible. Un personaje llega a decirle a una víctima: “Si le perdonas, serás su víctima de por vida”.
Gracias a Dios recuerda inevitablemente a Spotlight, que se centraba en los escándalos de pederastia de Boston, silenciados por el cardenal Bernard Law. En ambos casos, las películas puede ser recibida por los católicos con humildad y dolor, sin perder el sentido crítico que permite reconocer que estas películas contribuyen –intencionadamente o no– a la campaña contra la Iglesia puesta en marcha en Occidente hace ya algunos años.
La filmografía de Ozon a menudo se ha movido en el terreno de una sexualidad problemática, con esa amoralidad tan característica del cine francés. En 2016 nos sorprendió con una película en blanco y negro, Frantz, que abandonaba sus habituales territorios para afrontar una historia antropológicamente notable. Ahora nos ofrece una película más comercial, que probablemente es ya la obra más vista de su filmografía.