El supervillano Gru vive en su laboratorio secreto, rodeado de sus secuaces, maquinando maldades. Está en horas bajas, se hace mayor y hay mucha competencia, los jóvenes vienen pisando fuerte. Por eso, decide realizar la mayor hazaña de todos los tiempos: robar la luna. Y para realizar su gesta va a utilizar, sin saber en qué lío se mete, a tres lindas huerfanitas.
La película explota la idea de que los villanos pueden ser más interesantes que los héroes, y de hecho, Gru es un calco de los malos de James Bond: megaproyectos, laboratorios secretos, científicos locos y miles de aparatitos de tecnología futurista. Ahora bien, Gru no quiere dominar el mundo, sólo ser reconocido como el mayor villano de todos los tiempos. Su laboratorio está en pleno barrio residencial, y sus ayudantes son los divertidísimos Minions, una especie de ganchitos híbridos de Bob Esponja y los Humpa Lumpa del señor Bonka.
Hasta hace relativamente poco, los largometrajes de animación no duraban tanto. En los últimos tiempos la técnica y las historias han mejorado mucho, y se producen películas como Up o Los mundos de Coraline. En comparación con ellas, Gru es un paso atrás, porque la historia central está alargada a base de gags, y se nota. A una presentación correcta sigue un desarrollo que es un simple adorno, muy divertido pero simple relleno. El desenlace tiene fuerza y calidad.
Visualmente impactante, Gru ha sido concebida para aprovechar el 3D de una forma práctica, y no como el complemento gratuito de moda. Aun así, las gafas hacen perder mucha luz (pruebe a quitarse las gafas en la sala), y prefiero la luz y el colorido de la pantalla plana, a los efectos especiales en 3D, en una paleta más oscura.