Tras el éxito de Tierra Santa. El último peregrino y Corazón de padre, Andrés Garrigó y Pablo Moreno vuelven a repartirse la dirección de otro sólido documental. El segundo ha dirigido las recreaciones de las apariciones de la Virgen de Guadalupe (Angélica Chong) al indio Juan Diego Cuauhtlatoatzin (Mario Alberto Hernández), en 1531, en el cerro del Tepeyac, y de los esfuerzos del ahora santo para convencer al obispo de México, fray Juan de Zumárraga. Bien ambientadas e interpretadas con frescura, esas recreaciones siguen textualmente la transcripción en lengua náhuatl que se hicieron poco después de los hechos, cuyo tono íntimo y maternal, casi infantil, quizás chirríe a alguno, pero conmoverá a numerosos espectadores.
Mientras avanza esa recreación histórica, Andrés Garrigó dosifica a buen ritmo las entrevistas a historiadores, teólogos, expertos y devotos que ha realizado en México, Estados Unidos, España, Italia y Alemania, hilvanadas con la narración en off de Pepe Alonso y presencial de la actriz mexicana Karime Lozano. Ofrece así una visión poliédrica del fenómeno de fe y amor generado por la Virgen de Guadalupe. Se recuerda su expansión e influencia en la evangelización de México y California. Se repasan los desafíos científicos que plantea la imagen grabada en la tilma de Juan Diego: su propia conservación durante siglos; los mensajes ocultos de sus colores, estrellas, dibujos…; los misteriosos personajes descubiertos en las pupilas de la Virgen… Y, finalmente, se documentan varios milagros y conversiones atribuidos a la intercesión de la Virgen de Guadalupe, al tiempo que se repasa su influencia en millones de personas de todo el mundo a través de iniciativas piadosas de todo género –como los mantos de la Virgen–, en las que además se da una atractiva respuesta católica a problemas tan actuales como la secularización, la soledad, las crisis familiares, el aborto o la guerra.
Jerónimo José Martín
@Jerojose2002