Juliette está a punto de salir de la cárcel, donde ha permanecido encerrada quince largos años. Le aguarda fuera su hermana pequeña Léa, que va a acogerla en su casa, donde vive con su marido Luc y dos niñas pequeñas adoptadas, vietnamitas, más el suegro, que ha perdido el habla. La situación no va a ser fácil de encarar, porque Juliette cometió el más terrible de los asesinatos, y nunca ha hablado de ello con nadie, más allá de admitir su culpabilidad.
La reincorporación a la normalidad le cuesta. Cuando busca trabajo, su pasado criminal produce rechazo. Y Luc, pensando sobre todo en sus hijas, tiene miedo de tenerla bajo su techo. No obstante, también la ex presa encuentra comprensión y afecto, además de en su hermana, en el agente de la condicional que sigue su caso y en Michel, un profesor universitario, compañero de Léa.
Sólido debut en la dirección del novelista francés Philippe Claudel, que ya había escrito algún guión para la pantalla, y que vuelve a hacerlo en este caso. Demuestra un gran dominio de la narración, donde se dosifica sabiamente la información acerca de las circunstancias de los distintos personajes. Éstos están muy bien definidos, son de carne y hueso, desde los principales (las dos hermanas, el marido de Léa, Michel, el policía…), que evolucionan de un modo creíble, hasta los más estrictamente secundarios (por ejemplo, y hay muchos más, el director del hospital que piensa en contratar a Juliette, y no se atreve a mirarle a la cara mientras dice vaguedades sin sentido).
La película toca muchos asuntos, y todos muy sabiamente, sin moralinas, pero haciendo pensar: el problema del sufrimiento, distintos tipos de prisiones -físicas o mentales-, la muerte, la soledad, la incapacidad de abrirse al otro, la confianza, la familia como necesario lugar de acogida, el sentido de culpa, la amargura… Como puede verse por la relación de temas, la trama se prestaba a todo tipo de excesos dramáticos, pero Claudel es muy equilibrado y sobrio, lo que da mucha más fuerza a los terribles acontecimientos que se cuentan; además, sabe puntear esporádicamente la trama con algún leve desahogo humorístico.
El reparto está sensacional, y merecen menciones especiales las actrices que interpretan a las dos hermanas -Kristin Scott Thomas, que sabe traslucir tristeza en cada fotograma, y Elsa Zylberstein- y los actores Serge Hazanavicius y Laurent Grévill.