Después de graduarse en la universidad, Christopher McCandless, un joven de 22 años al que todos auguran un brillante futuro, dona todos sus ahorros a una ONG y se pone a viajar por Estados Unidos. Su idea fija es instalarse en Alaska para vivir de forma primitiva, cazando. Le mueve una gran insatisfacción vital y el ansia de comunión con la naturaleza, en gran parte por influencia de lecturas de Thoureau, London y el Tolstoi postrero. En agosto de 1992, después de 3 meses viviendo en un bosque de Alaska, el joven muere de hambre. Los cazadores que dan con su cadáver encuentran un diario entre sus exiguas pertenencias.
Basada en un best seller (a su vez, basado en un reportaje periodístico) de John Krakauer, esta historia de 140 minutos se podría haber contado en 90 sin ningún problema. Penn deja claro (Hacia rutas salvajes es su cuarta película como director) que lo suyo no es dirigir y mucho menos escribir: el guión es verdaderamente lastimoso. Lo demás es un documental propio de una TV local, con unos personajes de una uniformidad exasperante. La candidatura al Oscar del anciano Hal Holbrook es relativamente razonable.