Cuando se habla de cine nórdico, se piensa inmediatamente en el sueco Ingmar Bergman. Pero hay más cineastas de altura por esas tierras, como se han encargado de recordar los Oscars obtenidos por los films El festín de Babette y Pelle, el conquistador. También Herman ha conseguido cierta proyección internacional.
El espectador asiste a una tragedia cotidiana, situada en los años 50: la de un niño, Herman (Anders Danielsen Lie), que está sufriendo los primeros síntomas de una calvicie prematura. Esto dificulta las relaciones con sus padres -un obrero de la construcción y una dependienta- y con sus compañeros de clase. Le sirven como refugio a su pequeña crisis las visitas a su abuelo moribundo, su relación con un vecino alcohólico y su imaginación, con la que vive las aventuras de El Zorro, su héroe cinematográfico.
La película tiene el buen sabor de las cosas sencillas, con el que se hacen creíbles los hechos narrados, casi todos incluidos en un largo flash-back. Hay matices que describen muy bien la mentalidad de los niños: la a veces inconsciente crueldad de Herman, las burlas que sufre por parte de sus compañeros de clase, también sus reacciones de nobleza, la paciente amistad de una niña… El film tampoco carece en algunos momentos de cierto sentido del humor.
El principal enemigo de la historia y su resaltada virtud parecen haberse sentado codo con codo: pues al hablarse de esa interesante realidad ordinaria, el ritmo se hace con frecuencia algo tedioso. A ello contribuyen en parte unos diálogos algo entrecortados.
La factura técnica de la película es impecable: sugestivos encuadres, cuidada ambientación, buena fotografía, música adecuada. El tono del film reclama unos actores no dados al exceso, y ése es el caso. Todos están en su sitio, incluido el pequeño Danielsen Lie.
José María Aresté