Director: Rob Reiner. Guión: Alan Zweibel y Jessie Nelson. Intérpretes: Bruce Willis, Michelle Pfeiffer, Jack Sandvig, Colleen Rennison, Rob Reiner, Rita Wilson, Paul Reiser. 98 min. Jóvenes-adultos.
Esta película describe los problemas de convivencia entre Ben y Katie Jordan tras quince años de matrimonio. Ben (Bruce Willis) es escritor y tiene un carácter irresponsable y desordenado, mientras que Katie (Michelle Pfeiffer), autora de crucigramas, es ordenada y metódica. Con el paso del tiempo descubren que las cualidades del otro que más les atrajeron durante el noviazgo se han convertido en las manías que más les molestan ahora. En su convivencia, la pelea ha pasado a ser la norma más que la excepción. A pesar del cariño que sienten por sus dos hijos, se plantean el divorcio; pero antes de tomar esa decisión, deciden aprovechar las vacaciones de sus hijos para «descansar el uno del otro» y preguntarse cómo han llegado a esa situación.
El todoterreno Rob Reiner (Cuenta conmigo, La princesa prometida, Cuando Harry encontró a Sally, El presidente y Miss Wade) planta la cámara en ese torturado momento de separación provisional y, mientras la historia avanza hacia el divorcio, una serie de flash-back sólidos y bien estructurados -lo mejor de esta película- recuerda los momentos más significativos de su vida en común. La conclusión será evidente.
El guión recorre senderos ya batidos y está plagado de frases que suenan a ya oídas -el fuerte de Reiner no es la originalidad-; pero no pierde su eficacia gracias a las magníficas interpretaciones de Bruce Willis y Michelle Pfeiffer. Y, desde luego, sorprende su decidida defensa del matrimonio. Aunque, en cierta medida, esta postura es coherente con la tendencia del último cine de Rob Reiner hacia el didactismo, algo simplista, pero cargada de buenas intenciones. Por ejemplo, en Un muchacho llamado Norte -también con Bruce Willis- daba consejos a padres e hijos; en El presidente y Miss Wade, lo hacía a políticos y a la prensa… De todos modos, en Historia de lo nuestro su tono discursivo es más acentuado todavía, y el desenlace puede parecer blando y tramposo. No cabe duda de que una desgarradora ruptura final ofrecería grandes posibilidades dramáticas y un mayor realismo; y de que el paso hacia la reconciliación es el punto más débil de esta película. Pero hace falta valor para insistir en las soluciones que realmente existen: ponte en su piel, piensa como él/ella, pide perdón…
Con unos personajes encantadores y cercanos al espectador medio, y con unas interpretaciones que hacen perdonar los tópicos enunciados, queda una cinta agradable y positiva, que no es poco.
Fernando Gil-Delgado